Uno de los problemas del movimiento nacionalista patrio es sin duda la
falta de referentes en los que mirarse, haciendo que muchas veces se tome por
ejemplo modelos y países que no son tal. Este fenómeno puede aplicarse a gran
variedad de ideas y planteamientos, incluyendo por supuesto el tema demográfico
y migratorio en el cual yo suelo centrarme.
En este artículo quiero hablar concretamente de Japón un país que, tal
vez por el misticismo que siempre asociamos al Lejano oriente y más aún al país
de los samurais, se ha descrito en tiempos recientes como una potencia que
combate ferozmente a la inmigración con el fin último de perpetuar la
existencia del pueblo japonés. Sin ir más lejos, hace no mucho un dirigente
nipón dijo refiriéndose a su país: Un
país, una cultura, una raza. ¿Qué nacionalista europeo no abrazaría esta
consigna sin dudarlo? Pues bien, la realidad es bien distinta porque como dice
el refrán español del dicho al hecho, hay
un trecho.
Veámos a través de este artículo la situación general del otrora Imperio
del Sol naciente.
Para empezar, unas nociones básicas sobre Japón: Efectivamente Japón
posee, para su tranquilidad, la tasa de inmigración más baja de todo el mundo
occidental, con tan solo un 2% de población inmigrante o incluso menos.
Este es el resultado directo de la ley
de inmigración japonesa, tremendamente estricta y restrictiva: Solo pueden
entrar personas con contratos de trabajo para empleos tremendamente
cualificados, normalmente trabajos no desempeñados por personal autóctono lo
cual es prácticamente inexistente. También existiría la posibilidad de entrar
como turista durante un tiempo limitado. El único recurso al que se podría
apelar de manera remonta para obtener la nacionalidad sería contraer matrimonio
con un japonés, pero tal fenómeno debe considerarse como anecdótico al
observarse las cifras a escala nacional.
Bien, sin duda cualquier de nosotros firmaría una ley como ésta para
nuestros países pero, ¿Es esto suficiente?
La respuesta es no. El problema viene de un error de concepto: El proceso de
Sustitución no es un fenómeno independiente y aislado, sino que se encuentra
íntimamente ligado a la Globalización.
Ambos fenómenos se encuentran indivisiblemente unidos y a veces incluso es
difícil señalar donde empieza uno y donde termina el otro.
¿Qué quiero decir con esto? Una
ley anti-inmigración no salva a un país. No es suficiente. La reforma que
se requiere es total y sin paños calientes. Y sin duda, Japón es un ejemplo
fidedigno de ello.
A pesar de su ley de inmigración es un país totalmente integrado dentro
de la Globalización y enteramente cosmopolita. Presenta problemas gravísimos
tal y como le ocurre al resto de las potencias occidentales. La más grave, sin
duda, es lo que muchos autores han comenzado a llamar el invierno demográfico: La tasa de natalidad es de las más bajas del
mundo (1,42% aproximadamente) y muchos apuntan a que Japón es el país más
viejo, no ya del mundo, sino de toda la historia (Más del 20% de la población
es mayor de 65 años). Como se comprenderá, esta situación demográfica es
totalmente insostenible a largo medio-largo plazo tal y como ocurre en nuestro
país aunque aún más acentuado. De hecho,
este modelo demográfico ha hecho ya que Japón sea uno de los países más
endeudados del mundo ante un costo de la seguridad social inasumible.
El modelo japonés nos da la pista necesaria: Bloquear la inmigración no
es suficiente ya que el pensamiento posmoderno fuertemente arraigado en
nuestras sociedades tiene como principal consecuencia la caída de las tasas de
natalidad (Entre otras muchas perversiones). Abriendo un pequeño paréntesis
debo traer a colación el caso español para ejemplificar el fenómeno: Desde la
misma muerte de Franco y la llegada de la Transición hacia la democracia el
índice de natalidad cayó de manera radical de un año para otro, revelándonos
hasta qué punto las mentalidades
determinan la natalidad dentro de una nación. Lo mismo podría decirse de
Japón.
Pero, ¿Realmente es la mentalidad posmoderna la causa de la caída de la
natalidad? Observemos las causas esgrimidas por los japoneses para huir de una
vida familiar.
En Japón se está dando actualmente un fenómeno social desconocido en el
resto del mundo (Afortunadamente) conocido como el síndrome del celibato:
Una gran parte de la población menor de 40 años ha perdido el interés por tener
relaciones con el sexo opuesto. No únicamente relaciones amorosas, sino
directamente las sexuales. Más de la mitad de la población joven permanece
soltera y como ya digo, en algunos casos con ausencia total de relaciones
sexuales. Muchos de los encuestados han llegado a plantear no únicamente que no
están interesados en el sexo, sino que llega a producirles rechazo tal contacto
con otro ser humano.
Aplicando este trastorno de la conducta, porque realmente no puede tener
otro nombre, a la situación demográfica entenderemos rápidamente el declive
experimentado por la población.
A este fenómeno habría que
aplicar otros más típicos del Occidente europeo como puede ser la incorporación
de la mujer del trabajo o el evitar el matrimonio junto a la vida familiar por
motivos de tiempo y/o esfuerzo. Ambos fenómenos pueden identificarse con el capitalismo global, inhumano
y brutal que rige gran parte del mundo aunque ese es tema de otro artículo.
A la luz de todo lo expuesto podemos confirmar que las mentalidades juegan un papel vital en la caída de la natalidad
japonesa y es además aplicable al resto de sociedades occidentales. El sistema
de ideas que entendemos como progresismo
no es más que una especie de castración
espiritual que lleva a los seres humanos a no reproducirse. Este hecho
no es que sea único en la historia, sino que también es único en toda la
Naturaleza: Un grupo de animales que, de manera voluntaria y consciente, no se
reproducen. ¿Y ésto es lo que algunos tratan de vendernos como progreso?
Para finalizar este trabajo basta con concluir diciendo que, si bien la ley
de inmigración japonesa es interesante, no basta con parar la inmigración sino
que la natalidad de la población autóctona es otro objetivo prioritario si
queremos que nuestro pueblo, y por ende nuestra cultura y civilización, se
perpetúe. La Salvación pasa irremediablemente por la recuperación de la
natalidad y me temo que para lograr tal cosa el sistema posmoderno al completo,
desde lo económico a lo ideológico y cultural, deberá ser destruido y replanteado
desde sus mismas bases.
''Nos revelaremos juntos y moriremos por el Honor, pero antes daremos a Japón su auténticos rostro'' Yukio Mishima
''Nos revelaremos juntos y moriremos por el Honor, pero antes daremos a Japón su auténticos rostro'' Yukio Mishima
Fuentes y ampliación personal:
- Principal página web para conocer el cambio en la mentalidad japonesa: http://conoce-japon.com/sociedad/por-que-la-tasa-de-natalidad-de-japon-ha-disminuido/
- Datos estadísticos sobre Japón: http://www.datosmacro.com/demografia/natalidad/japon
- Artículo analizando diferentes modelos para la recuperación demográfica (Caso español): http://gransustitucion.blogspot.com.es/2016/04/5-crisis-demografica-y-la-batalla-de.html
Japón puede ser un buen ejemplo a seguir para el resto del mundo por su estricta política de inmigración y sus bajos índices de natalidad que tendrán como consecuencia una fuerte caída de la población. Vivimos en un planeta superpoblado, en el que sobra gente por todas partes, así que no queda más remedio que reducir la población y tener un mundo más sostenible.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarMuchos hablan de que Japón se ha convertido en un país cerrado, pero han tenido motivos más que suficientes. Qué menos que tomar medidas para proteger la integridad del país, nosotros lo vemos algo muy inteligente. Lástima que no se lleve a cabo en España...
ResponderEliminarComo bien dice el articulo, efectivamente se ha cerrado a la inmigración y mantienen la homogeneidad de su pueblo, pero están tan muertos espiritualmente como nosotros lo que les ha llevado a una situación no menos peligrosa: El número de ancianos es insoportable lo que hará que su economía caiga sin tardar. Hay que impedir la inmigración, si, pero también hay que hacer mucho más.
EliminarUn saludo